Ante todo, hay que pensar qué entendemos por “interesante”. Lo primero que se nos ocurre es pensar en algo que nos guste a nosotros. Pero ¿le interesará a otros?.
Si contamos algo sobre ordenadores, le interesará a informáticos; si no hacemos sobre la historia de España, le interesará a la gente que le guste o necesite aprender sobre eso; si haces una historia en protesta… puedes dirigir tu deseo de comunicar hacia el objetivo que desees, o quizás tan sólo quieras divertirte y divertir a otros.
Pero hay algo que le interesa a todo el mundo: nosotros, el ser humano, nuestros sentimientos, nuestras alegrías, nuestros deseos, nuestras miserias...
Muchos alumnos, los más jóvenes, soléis pensar poco en comunicar, ni siquiera sabéis que podéis hacerlo; sólo queréis divertiros. Y está muy bien. Pero hacer un cómic es contar una historia, no es sólo dibujar, copiar las cosas que te gustan, imitar tus personajes favoritos, los que ves por la tele…
Una de las cosas más tristes con las que me encuentro es que muchos sólo quieren dibujar batallas, ejércitos y soldados contra alienígenas o robots. Os parece algo divertido, porque os lo hacen creer así, como si fueran juguetes. ¿No habéis pensado lo triste que es la guerra? ¿Qué será de las familias de los muertos en combate? ¿Os gustaría que un amigo terminase sus días resolviendo los problemas provocados por la incapacidad de resolver los conflictos por los dirigentes políticos?
Algunos no habéis pensado en ello… todavía.
Según nos hacemos mayores, vamos descubriendo nuevas experiencias, sensaciones, conocimientos… Nos enamoramos, sufrimos injusticias, o vemos que las sufren otros, nos encontramos con enigmas que queremos resolver, pasamos por dificultades, ayudamos a otros, perdemos a seres queridos… Todo ello está en nuestra naturaleza, y cuando alguien expresa esas sensaciones, otro la recibe y la comparte.
Pero no voy a seguir dándoos un sermón, ya basta por ahora.
Como habitualmente vuestra imaginación, o vuestros recursos creativos, pueden ser aún limitados o no os apetezca pensar demasiado, os voy a dar una serie de ejemplos para que, si no se os ocurre nada ahora, uséis estas ideas, y así, por lo menos, podréis pasar a la siguiente fase del proceso creativo.
Intentad escoger los elementos con un criterio lo más lógico posible; no los cojáis al tuntún. Si así lo hacéis, al menos intentad justificar el porqué de vuestra elección. De ahí dependerá que el lector se sienta satisfecho por el resultado, o lo tire antes de terminar de leer vuestro trabajo.
Para que os sea más fácil entender algunos aspectos del siguiente cuadro, he pensado en haceros una comparación con lo que sería cocinar un buen menú, no sólo hacen falta buenos ingredientes; también hay que saber cocinarlos. Un buen cocinero, aun con ingredientes mediocres, sabe sacar el mayor provecho de ellos, aunque, evidentemente, tener ambas cosas sería lo ideal, pero de momento vamos a hacer lo que podamos.
Y, ante todo, no os desaniméis. Esto es sólo el principio. Llegar lejos depende de vosotros.
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